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Era domingo, y desde la ventana del avión ya se veía venir la lluvia. Estaba cansado después de mi escala en [[Doha]] y de los dos viajes de más de diez horas.
El [[taxi|Tomar un taxi]] era tentador, pero todo el mundo recomendaba tomar un [[micro|Tomar un micro]]. El [[subte|Tomar el subte]], por otro lado, era la opción económica, pero requería un poco más de experiencia con el coreano. O al menos eso recordaba.Paré un taxi en las dársenas correspondientes del aeropuerto, y le indiqué al chofer mi destino en un mapa en el celular. Asintió en silencio y arrancamos.
Cruzamos el río Han con el sol del atardecer, filtrado por nubes suaves, a nuestras espaldas. Me hubiese gustado comentarlo con el taxista, pero sabía que eso era imposible, por lo que me retraje en mis propios pensamientos.
Me sentí burgués, como siempre me pasa en el asiento de atrás, y pensé en [[Damián Kang]], el spónsor que había facilitado mi viaje, sin el cual jamás se me hubiera ocurrido tomarme un taxi.
Poco después, el taxi se detuvo sobre una calle repleta de pequeños puestos de venta callejeros, todos cerrados.
Entendí que había llegado a mi [[hospedaje|Puerta de hotel]], pagué y me bajé.[img[img/metro.jpg][Estación Euljiro 4(sa)-ga]]<img src="img/bus.jpg">
Me tomé el mismo micro que seis meses antes, mi última vez en Seúl.
La diferencia era que aquella vez estaba acompañado. Pensé en [[Julieta|Julieta en Buenos Aires]]. Pensé que del otro lado eran las seis de la mañana.
Esta vez no hizo falta pelearme con el chófer, que a los gritos me había indicado, en la última visita, que sí iba adonde yo quería ir.
Mirando por la ventana el skyline de la ciudad, de lejos mucho menos moderna que de cerca, me quedé [[dormido|Bajada del micro]].Apenas llegamos a la puerta del hotel, el vendedor de paraguas tomó su teléfono y empezó a marcar. Antes de que pudiera terminar de hacerlo, apareció un hombre corriendo en ojotas, bajo la lluvia, con un enorme paraguas.
<i>"Hi, it's me!"</i>, me dijo mientras llegaba hacia nosotros.
El vendedor de paraguas hizo una reverencia rápida y se alejó antes de que pudiera agradecerle.
<i>"It's me, I'm the owner of Cheonggye Haus"</i>, me volvió a decir el hombre en ojotas, a quien agendé más tarde en el celular directamente con el nombre de su hotel.
Abrió la puerta y empezamos a subir escaleras, mientras me contaba la información importante del alojamiento.
<i>"Your room is 4th floor.
In this board you can write whatever you need, and I can see it through this camera right here from my appartment across the street, and bring it to you.
You can use microwave, there is one for each floor.
You're here for business, right?
There's a laundry machine in your room, and also a kitchen.
Here plenty of places to eat, it's the Gwangjang Market.
In this hotel there are mainly japanese girls who come to study korean because they are korean dorama fans.
This is your key, and this is your [[room->Primera noche]]." </i>No esperaba encontrar todo tan absolutamente [[cerrado|Calle vacía]] en los alrededores de la estación Euljiro 4(sa)-ga. Además, mi sentido de la orientación resultó, como siempre, menor a lo que había creido.
No tenía internet ni GPS en el celular, por lo que no me quedaba claro en qué dirección moverme desde la estación para llegar al hotel.
Empecé a caminar hacia donde parecía sensato, y cuatro cuadras después me di cuenta de que los lugares que atravesaba no tenían mucho que ver con el mapa que me habían mandado del alojamiento, por lo que deduje que me había desviado de dirección.
Por suerte tenía una buena valija impermeable, con rueditas completamente funcionales, lo que sumado al calor hacía que la lluvia, cada vez mayor, fuera tolerable.
Pasó una señora fumando. Intenté preguntarle en inglés dónde estábamos, pero me rechazó sin mucha cordialidad. Me quedé parado en el lugar, esperando que la situación se resolviera sola.
Un ratito después, pasaron dos extranjeras con clara pinta de europeas caminando junto a mí, y les hablé en inglés.
<i>"Do you speak english?"</i>
<i>"She does"</i>, y la morocha me señaló a su compañera, rubia.
<i>"I have to get to... here"</i>, y le mostré el minimapa del hotel en el celular.
Las dos se pusieron a debatir cómo llegar. En español.
No sabía si decirles o no que era argentino, y ya pasar nuestra conversación a nuestro idioma. Me sentí tonto por dudarlo, pero a la vez sentía que era demasiado tarde para cambiar la dirección de los eventos. La conversación había empezado en inglés, y tenía que terminar en inglés.
De todos modos, las españolas eran turistas, por lo que no tenían mucha más idea que yo de cómo llegar al hotel. Me dieron falsas indicaciones y siguieron su camino.
Al final decidí volver por donde había venido, después de convencerme de que debía haber tomado la dirección opuesta desde la estación.
Así llegué al [[arroyo de Cheonggyecheon]]. <img src="img/hab.gif" style="width:125%;height:125%;">
[[Salí a caminar.|Salir a caminar]]
[[Miré un rato la tele.|Mirar la tele]]
[[Intenté dormir.|Intentar dormir]]La habitación estaba bien: tenía mi propia cocina, mi propio lavarropas, internet y televisión. Pero había una única luz central, y ningún velador o luz nocturna que le diera un poco de calidez al lugar.
Además, como buena primera noche de vuelta en una gran ciudad, tenía que salir a caminar un poco, y aunque no tenía mucho hambre, comer algo para dormir mejor.
Me puse un buzo con capucha, porque todavía no estaba acostumbrado al verano coreano, y [[salí]] del hotel./*VIDEO DE BADUK TV, LEE SEDOL JUGANDO (UNA HORA, CON SUBTÍTULOS)*/
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[[7 A.M.|La mañana]]No podía tolerar muchos más estímulos en el día, y decidí dejar absolutamente todo para el día siguiente.
Apagué las luces de la habitación y me acosté. Casi por reflejo, hojeé un poco facebook, instagram y mi mail en el celular. Apenas podía leer la pantalla, y mucho menos escribir en ella. Saber que del otro lado recién estaban despertando me hizo sentir que todavía era temprano para responder cualquier mail.
[[7 A.M.|La mañana]]Después de un viaje muy breve en subte, y de una caminata húmeda, calurosa y confusa, llegué a la puerta de la Hankuk Kiwon, la asociación coreana de go.
Esperé un rato en la puerta, y cuando empecé a ver llegar a jugadores en bermudas, me di cuenta de que mi saco era ridículo un día de tal calor, y evidente producto de la costumbre de jugar torneos japoneses. Me lo saqué y lo guardé en la mochila.
Un señor petiso y flaco se me acercó desde la puerta y me preguntó si era un jugador. Le dije que sí, y me respondió que tenía que subir cuanto antes al [[segundo piso]].Enseguida llegó Vázquez, mi oponente canadiense de origen español. Me saludó con frialdad, se sentó frente a mí, y no hablamos más.
Cinco minutos después, un árbitro anunció el comienzo de las partidas, y empezaron a correr las dos horas de tiempo por jugador para las decenas de jugadores que habitábamos el lugar.
Hicimos nigiri, y me tocó jugar con blancas. Decidí que no me importara.
De entrada cometí errores de dirección graves. Por hacer territorio en la esquina superior derecha había pagado un precio caro, y aún así mantenía un terrible aji que seguramente se iba a activar. Además, jugué sin pensar con mucha claridad la secuencia de la esquina inferior derecha, que dejó a Negro en una hermosa situación y a mi grupo apenas con forma.
<img src="img/jongnofuseki.png" style="width:85%;height:85%;">
Había gastado una hora de mi tiempo en todo esto, mientras que Vásquez había usado solo treinta minutos. Me pesaba esa diferencia, me pesaba saber que él estaba hacía más de un año en Corea estudiando go, y me pesaba haber llegado el día anterior al país.
Me vi perdiendo la partida y me pregunté qué estaba haciendo ahí, sometiéndome a esa presión.
Intenté relajarme.
Me paré, fui a la mesa de bebidas y me hice un café con leche. Le puse dos sobres de azúcar y empecé a tomarlo de a sorbos mientras caminaba entre las mesas, viendo a los profesionales jugar. Parecían tranquilos, como en un día de trabajo cualquiera.
Volví a mi mesa y me senté. Habían pasado diez minutos.
Analicé el tablero. Negro 39 parecía una mala jugada, y ahora cabía la posibilidad de que su grupo entrara bajo ataque, considerando además la posición de Negro 21. Tal vez [[A|Resultado real]], aunque no pareciera la forma más tradicional, sería la forma de atacarlo. O tal vez debería defender mi grupo primero, jugando [[B|Ganar]].Respiré hondo, esperé lo mejor, y jugué Blanco 44, estabilizando mi grupo y apuntando, aunque sea de un modo indirecto, a quitarle la base al grupo de mi oponente en el lado superior.
Él respondió con la jugada defensiva de Negro 45, y la partida siguió su curso normal por algunas jugadas.
Empecé un tímido ataque a su grupo central, y en el transcurso de mi persecusión sentí algo extraño en la forma de jugar de Vázquez. Salía con saltos de un punto, de una manera muy poco inspirada, y suspiraba con hastío cada dos jugadas. Encontré la combinación 62, 64 y 66, y él tardó quince minutos en jugar 79, como tratando de bajar la velocidad de la partida.
Enseguida cometió otro error: buscar territorio con Negro 83 en lugar de defender un corte grande que tenía, que exploté con Blanco 86. Progresivamente encontraba jugadas interesantes, fructíferas, mientras que Vázquez jugaba como si no le interesara el juego. Era como si los roles se estuvieran invirtiendo.
Poco a poco, desde que atacara el grupo central y lo redujera apenas al estado de vida, fui reduciendo la ventaja que me llevaba mi oponente, hasta darla vuelta.
<img src="img/jongnowin.png" style="width:85%;height:85%;">
Para el momento en que contamos los puntos, el canadiense movía la cabeza en negación casi constantemente. Yo sabía el resultado aproximado, pero contenía cualquier expresión posible hasta terminar el conteo.
Finalmente, después de cinco horas de partida, había ganado por [[8,5 puntos|Segunda noche]].
En un intento desesperado jugué el salto de un punto de 44, considerándolo el único ataque factible.
<img src="img/jongnolose.png" style="width:85%;height:85%;">
Inmediatamente, Negro 45 me demostró que el grupo de mi oponente tenía recursos más que suficientes.
La partida duró casi cuarenta jugadas más, cada una de ellas, de mi lado, fruto de una frustración irremontable, coronadas todas con un error de lectura digno de un principiante.
Abandoné la partida, agradecí a mi oponente, y me fui a servir un vaso de agua. Habían pasado poco más de dos horas desde que empezara a jugar, y no sería exagerado admitir que había tirado la partida a la basura.
Sentía que había despertado de un mal sueño, y recordé el juego como si lo hubiera jugado sin consciencia. Mi oponente se paseó por las mesas, mirando las demás partidas, que en su amplia mayoría seguían su curso.
El torneo había terminado para mí, y decidí dar el día por concluido.
[[Salí del edificio.|Disfrutar Seúl]]Cuando la novia de mi hermano me dijo que me podía contactar con un empresario coreano para que le cuente de mi viaje, lo googlé. Ella sabía que la marca del torneo no cubría todos mis gastos, y supuso que podía intentar ganarme la simpatía de alguien así.
Damián Kang había emigrado de Corea en los años sesenta, a los once años de edad. Hay un mito alrededor de él, que no sería ridículo creer, sobre lo pobre que era la casa de su infancia: la ciudad de Seúl, tierra natal de Kang, no esperaba convertirse en una potencia mundial cuando él salió del país, en pleno estado de posguerra y pobreza extrema.
Cincuenta años después, Kang era un empresario de alta gama, que salía en la Revista Brando y era dueño de la patente regional de una marca coreana de electrodomésticos de alta popularidad.
Además, y lo más lindo de todo, Kang era un melómano, fanático del audio, y coleccionista de [[vinilos folclóricos coreanos]] de los años cincuenta.
Intercambié varios mails con él, y tres llamados telefónicos con empleados de su empresa. Para mi sorpresa, luego de todas estas conversaciones, Kang y dos empresarios amigos de él expresaron que querían que yo fuera "amigo" de la cultura coreana, y que por eso iban a aportar a mi causa.
Desde que salí de una oficina en Palermo un miércoles a la tarde con un sobre en el bolsillo interno de mi campera, considero con mucho cariño a Kang mi [[spónsor]].<<back [img[img/julieta.gif]]>>Son las siete de la mañana. Es obvio. Siempre me pasa lo mismo.
Cierro los ojos, trato de dormir un poco más. Tengo que estar más descansado para el torneo.
¿Qué tal será este canadiense? Espero que sea un 6 dan vendehumo. Basta, mejor no pensar en eso.
Dormir. Son las siete de la mañana. Las siete de la tarde.
Es inútil, debería haber venido hace unos días.
Tengo que [[desayunar]], [[vestirme]] y [[salir|Samsung Cup]]. Y tengo que manejarme con tranquilidad, moverme lento, para mantenerme descansado.Al día siguiente, en el salón de juego, había la mitad de jugadores que el primer día.
Me serví un café cortado en la mesa de bebidas y me senté en mi lugar. Faltaban cinco minutos para el horario de comienzo. Enseguida se fueron acomodando todos los jugadores, y llegada la hora, el árbitro dio por comenzadas todas las partidas.
[[Palko]], mi oponente de la ronda, no había llegado. Vi cómo empezaban a jugar a mi alrededor, y esperé pacientemente.
Cinco minutos después, Palko llegó apurado, me pidió disculpas y se sentó del otro lado de la mesa. El árbitro se acercó a la mesa, le descontó diez minutos del reloj por penalización, y empezamos.
Todavía estaba demasiado alterado por la victoria del día anterior, y mi absoluta falta de experiencia, contrastada con la fama y fuerza absoluta de mi oponente, hizo que en ningún momento pensara en que podía ganar la partida.
<img src="img/palko.png" style="width:85%;height:85%;">
Palko jugó lo que me pareció un overplay con Blanco 34, e intenté castigarlo con un ataque, pero entré en una lucha de ko inganable, y fue un grupo mío el que terminó capturado.
Seguí jugando, más que nada por cortesía, hasta que la invasión de Blanco 100 fue demasiado para que continuar la partida no fuera un papelón. Puse un par de piedras más en el tablero, pero enseguida abandoné y agradecí a mi oponente la partida.
La revisamos un poco y me mostró algunos errores fundamentales. Parecía un juego sencillo.
La mayoría de las partidas seguían su curso, pero decidí que el torneo había terminado para mí, y [[salí del edificio|Aceptar la derrota]].Había pasado el mediodía, por lo que el calor empezaba a amainar de a poco.
Caminé un par de cuadras sin rumbo buscando un lugar donde comer, hasta que encontré un pequeño y vacío local de comida japonesa, que vendía una suerte de obento para comer en mesas en la vereda. Compré uno y comí lento. Sentí cómo cada bocado disminuía, paso a paso, mi ansiedad.
[img[img/food.jpg][Caminar]]Algún tipo de fatalidad evitaba que me alejara del go, a pesar de la derrota, que debería haber generado el efecto contrario. Quería seguir empujando, seguir entendiendo, sacarme de encima la partida que acababa de jugar.
Youngshin me pasó a buscar en un compacto Kia dos puertas rojo. Me dijo que ahora que estaba yendo a Corea todo el tiempo nos podíamos ver más, en contraste a los años que habían pasado desde que nos conocimos en Buenos Aires.
Cruzamos el río Han hacia el barrio de Dongjak por una autopista populosa. Youngshin me contó que los seulenses habían apodado a su ciudad "Hell Seoul", por el tráfico insportable que sufrían.
Estacionamos en una cuadra tranquila del barrio y subimos a un tercer piso para llegar a la [[Dongjak Go Academy]].El parque Jongmyo me quedaba de paso para volver al hotel. Lo crucé en dirección al templo homónimo, que tenía las puertas cerradas, y luego volví por el camino central de grava.
No sabía si girar a la izquierda, por el sendero bien conocido que llevaba a la zona de los canteros. No estaba seguro de querer ver más jugadores de go por el día. Pero al final, casi por reflejo, me dirigí directo hacia allá.
Los ancianos coreanos estaban ahí, como siempre, en verano o en invierno. Se sentaban al borde de los canteros, y algunos se sacaban los zapatos para poder cruzarse de piernas. Entre ellos, ubicaban los tableros (¿Cómo llegaban hasta ahí? ¿Había alguien que los llevaba y cobraba por dejar usarlos?), y jugaban piedra tras piedra. Todos fumaban.
El tiempo de dos horas por jugador que me habían dado en el torneo se me hacía completamente absurdo en ese momento. Los viejos jugaban como si tuvieran un reloj de blitz a su lado. Miraban algunos segundos el tablero, consideraban un par de rápidas opciones, y apoyaban la piedra. Cuando no estaban haciendo eso, estaban dándole una pitada a su cigarrillo.
Al terminar la partida, reían y hacían algún comentario rápido entre ellos y con los observadores, que se paraban a su lado como si estuvieran hojeando un libro. Después guardaban las piedras, y por lo general volvían a empezar, repitiendo el proceso dos o tres veces antes de cambiar de jugador.
Ninguno me miró. Imaginé que daban por sentado que, occidental como me veía, me llamaba la atención lo exótico de la actividad y los miraba sin entender. Pero lo más probable es que no me dedicaran tanta reflexión.
Evalué el nivel de juego y llegué a la conclusión de que era más fuerte que unos cuantos, tal vez imaginándolo para levantar un poco mi autoestima.
Después de un rato [[me alejé|Caminata nocturna]]. Claramente, no era mi lugar para jugar.Volví al hotel, caminando tranquilo.
Estaba anocheciendo, y los seulenses ya empezaban a tomar cerveza y soju y a andar por las calles con las corbatas desatadas.
Pensé que más tarde podía ir a tomar una cerveza. Mañana podía ir a ver las partidas del torneo, a ver perder a la mitad de los jugadores, y al día siguiente a la otra mitad, y así hasta que solo quedaran un puñado. También podía no hacer nada, y caminar sin rumbo por la ciudad todo el día.
Me pregunté si podría haber jugado diferente. Si podría haber tenido otro resultado. Si lo había hecho de la única manera posible, o si tomé muy malas decisiones, muy seguido. Tal vez las cosas podrían haber salido de otra manera.
Sentí unas ganas renovadas de jugar al go, de ver alguna partida, de entender alguna secuencia, y me alegré de estar en Seúl.
Subiendo la escalera del hotel, me encontré con un enorme stencil pintado en un recodo. No lo había visto al llegar, o tal vez no estaba [[ahí|stencil]].Caminé hasta el subte, y a medida que avanzaba por las cuadras que me separaban de la estación, mi orgullo por la victoria del día anterior se fue mezclando con la decepción de haber jugado sin espíritu la última partida.
¿Por qué había algo en la ciudad que me llamaba constantemente a una autocontemplación siempre decepcionante? ¿Tal vez eso era el go?
Me tomé el subte en la estación Sanwangsimni y me pasé la estación del hotel para llegar al centro de la ciudad. Bajé en Jonggak y caminé hasta Gwanghwamun, donde me recibió la estatua del Rey Sejong. Ya empezaba a atardecer y no hacía mucho calor, por lo que se podía caminar sin rumbo por la plaza central.
Podía acercarme a la estatua de Sejong para intentar decifrar algunos de los [[hangul|Museo del hangul]] escritos a sus pies, o cruzar la calle a la librería más grande de Seúl, [[Kyobo|Librería]], a buscar algunos libros de go para llevar a Buenos Aires. [img[img/kang.png][Puerta de hotel]]
/* Estimados Sres. X, Y y Z,
Quería informarles que ya regresé de mi viaje a Corea. Sinceramente fue una experiencia inolvidable, no solo en cuanto al baduk sino en cuanto al conocimiento del país y de su cultura e idiosincrasia. Seúl es una gran ciudad, y me impresionó su pujanza y su energía. Es evidente que Corea está en un gran momento de su historia, y fue muy bueno poder presenciarlo.
Adjunto algunas fotos para compartir la experiencia: 1. Yo (izquierda, camisa celeste) jugando contra el representante de Canadá en la Copa Samsung; 2. Imagen general del salón del torneo; 3. Una foto en el barrio de mi hotel ([[Jongno->Puerta de hotel]]); 4. Como sabrán, la plaza central de Seúl, una mañana que dediqué a recorrer la ciudad; 5. Una escuela de baduk que visité durante un par de días para conocer cómo se desarrolla el juego en Corea.
El viaje resultó una gran motivación para seguir difundiendo el baduk, de la mano de la cultura coreana, en Argentina. Desde la Asociación Argentina de Go seguiré trabajando en esta dirección, y desde ya quedan formalmente invitados a todas nuestras actividades y a todos los eventos relacionados al baduk en Argentina.
Estamos en contacto.
Un afectuoso saludo, */El taxi me dejó exactamente en la puerta del hotel, algo que jamás hubiese encontrado por mi cuenta.
Todo a lo largo de la vereda estaba repleto de pequeños puestos de venta callejeros, cerrados por cortinas metálicas por ser domingo, y por ser casi las ocho de la noche. Era el mercado de [[Gwangjang]]. Cruzando la calle, el arroyo de Cheonggyecheon daba un clima de inquietante tranquilidad al barrio.
La puerta del hotel, escondida entre dos puestos, no tenía ningún tipo de cartel a la altura de la vereda. Solo se alcanzaba a ver el nombre elevando la mirada hacia la ventana del primer piso: Cheonggye Haus.
Me acerqué y toqué el timbre. No hubo respuesta. Empezó a lloviznar, y lo desolado de la calle me dio muchas ganas de estar adentro de una buena habitación.
Intenté nuevamente. Nada. Por un momento me pregunté qué estaba haciendo ahí.
Finalmente decidí caminar un poco por los alrededores, arrastrando mi valija que, por suerte, contaba con cuatro ruedas perfectamente funcionales. La lluvia era cada vez más fuerte, pero los toldos de los puestos hacían que se sintiera poco.
A veinte metros del hotel encontré un puesto abierto. Vendía únicamente paraguas. Le mostré al dueño la reserva en el teléfono, y le señalé la dirección de la cual venía.
El hombre sacó su teléfono y marcó un número. Los dos esperamos que atendieran, en silencio. Sonreí, por cortesía y para sentir que conectaba en algún nivel con mi interlocutor.
Alguien atendió del otro lado, y el hombre habló treinta segundos muy rápido, cortó y me dijo que lo siguiera, todo en un solo acto. Tomó uno de sus cientos de paraguas, y caminamos de vuelta en la dirección del [[Cheonggye Haus]].Me desperté con dificultad, sintiendo unos golpes suaves en el hombro. Una señora petisa y cargada con muchas bolsas me llamaba mientras hablaba con el chofer, que gritaba en mi dirección.
Me despabilé y miré por la ventana. Leí el nombre de la estación, y entendí que me estaban avisando que había llegado a mi destino, la [[Estación Euljiro 4(sa)-ga]].A la altura de la calle, y todo a lo largo del arroyo, ahora devenido parque y sitio de recreación, se acumulaban cientos de puestos de venta a la calle, todos cerrados herméticamente con cortinas metálicas. Era el mercado de [[Gwangjang]], donde recordaba haber comido los mejores [[dumplings]] de mi vida.
Aunque se suponía que esa era la calle del hotel, no encontré ninguna puerta con su nombre, y sospechaba que no debía estar en la misma manzana que el mercado.
Sin embargo, sabía que estaba cerca. Caminé por los puestos, buscando alguno que estuviera abierto y en el cual pudiera preguntar mi paradero.
A unos treinta metros, encontré un puesto abierto. Vendía únicamente paraguas. Le mostré al dueño la reserva de mi hotel en el teléfono, y le señalé la dirección de donde venía.
El hombre sacó su teléfono y marcó un número. Los dos esperamos que atendieran, en silencio. Sonreí, por cortesía y para sentir que conectaba en algún nivel con mi interlocutor.
Alguien atendió del otro lado, y el hombre habló treinta segundos muy rápido, cortó y me dijo que lo siguiera, todo en un solo acto. Tomó uno de sus cientos de paraguas, y caminamos de vuelta en la dirección de la que venía.
Había pasado varias veces por la puerta del hotel. Escondida entre los puestos, sin ningún cartel a la vista que indicara su nombre, estaba el [[Cheonggye Haus]].Caminé bordeando el arroyo de Cheonggyecheon, por una calle absolutamente desierta. Enseguida me di cuenta de que el buzo había estado de más, y lo llevé en la mano el resto del camino.
Llegué hasta Jong-ro, donde el panorama empezó a cambiar, y avancé en dirección al parque Tapgol. Enseguida empezaron a aparecer los [[barcitos]] y los alcohólicos, a quienes agradecí la compañía.
Miré los pulpos en las peceras de los restaurantes, y recorrí las callecitas buscando un lugar no demasiado intimidante.
Finalmente compré un pancho empanado en el puestito callejero más amigable que encontré, y lo acompañé con una lata de cerveza que compré en un Seven Eleven. Comí y tomé, parado en una esquina y viendo a mi alrededor los grupos de coreanos conversando, gritando, escupiendo y riendo. Como mi vez anterior en Jongno, el clima era de celebración.
Terminé la comida mucho antes que la cerveza, por lo que empecé a encarar el camino de vuelta mientras la terminaba de a sorbos. Miré la hora: 9.30 am, es decir pm. Era muy temprano, pero venía de dormir en aviones los últimos dos días, y al día siguiente tenía que jugar. Hasta podría decir que se me había pasado el horario.
[[7 A.M.|La mañana]][img[img/haylee.png][La mañana]]<<back [img[img/coffee.jpg]]>>Acompañé al señor. Me llevó a una pequeña oficina donde una secretaria me preguntó el nombre, anotó algo en coreano, y me entregó un sobre con mil dólares en efectivo.
<img src="img/sobre.jpg">
Al salir de la oficina me crucé con Palko, un eslovaco que había conocido tres años antes en otro torneo. Nos saludamos cordialmente y bajé al salón de juego en el [[primer piso]].El salón era muy grande, y meses antes había visto jugar allí a Lee Sedol, Lee Changho y Cho Hun-Hyun, por lo que sentí que me quedaba un poco más grande que mi saco.
Los jugadores, en su mayoría profesionales coreanos, chinos, y japoneses, pasaban y se sentaban con absoluta tranquilidad.
Busqué mi mesa y la encontré enseguida. Tal vez sabiendo que la World Division era la menos importante, la habían ubicado cerca de la puerta. Me senté de mi lado a la espera de mi oponente. Un fotógrafo se me acercó y me sacó una foto.
[[Esperé.|Fuseki]][img[img/book1.jpg][book2]][img[img/sejong.jpg][Caminata nocturna]]Decidí no tomar el subte y en su lugar caminar en dirección a Jongno.
Bajé por Wangsimni-ro, una avenida poco interesante y sin demasiados locales para perder el tiempo, que era lo que estaba buscando.
Después de una caminata de media hora, pude ver a lo lejos el edificio plateado del parque de Dongdaemun, y me acordé de la primera vez que había ido, y me acordé de Kubrick, y me acordé (una vez más) de [[Julieta|Julieta en Buenos Aires]].
Estaba del otro lado del mundo, para jugar un torneo que ya había perdido sin ofrecer la menor resistencia. ¿Para qué hacía esto? ¿No era evidente que ya había alcanzado mi tope? ¿Por qué había algo en la ciudad que me llamaba constantemente a una autocontemplación siempre decepcionante? ¿Tal vez eso era el go?
Pensé en que debía pasar la tarde en algún lugar que me distrajera, dejando mis preguntas para el día siguiente. El torneo seguía, y podía ir al menos a observarlo.
Podía llamar a Youngshin para que me llevara a la [[escuela de go|Escuela de baduk]] de la que me había hablado, o pasar la tarde en el parque [[mirando a los viejos jugar|Jongmyo Park]]. También era tentador hacer turismo puro y duro. Tal vez el templo de [[Jongmyo]] estaba abierto. 도라지 도라지 도라지
심심산천의 백도라지
한두 뿌리만 캐어도
대바구니로 반실만 되누나
에헤요 에헤요 에헤애야
어여라난다 지화자 좋다
저기 저 산 밑에 도라지가 한들한들
도라지 도라지 도라지
은율 금산포 백도라지
한 뿌리 두 뿌리 받으니
산골에 도라지 풍년일세
[[도라지|Damián Kang]] 도라지 도라지
강원도 금강산 백도라지
도라지 캐는 아가씨들
손맵시도 멋들어졌네Youngshin me presentó a los docentes de la escuela y a sus alumnos. Un niño se acercó, me tocó la barba sorprendido y luego se alejó corriendo con sus amigos, entre risas. Youngshin eligió un oponente, y después de unos rápidos diálogos en coreano, me sentó frente a él.
Resultó no ser muy fuerte. Nos trenzamos en un joseki de una pinza alta de dos puntos a un kakari alto de komoku, en una variante de escalera cuyo resultado él no calculó del todo bien. Disfruté la partida y gané por abandono, restituyendo algo de mi amor propio.
Salí al pasillo a servirme agua del dispénser, y me asomé al cuarto de estudio de los más chicos. Un par de nenes estaban jugando una partida. Entré a mirar.
Los dos estaban concentrados, y ninguno me miró cuando me paré a su lado.
Miré su partida. Los grupos de ambos colores morían y volvían a la vida con bastante facilidad, pero en general Blanco parecía estar mejor. Ellos jugaban bien al go mucho antes de la edad en la que yo había sabido de su existencia. Ellos eran los verdaderos dueños del juego, y me sentí ridículo por intentar jugarlo.
[img[img/kids.jpg][Caminata nocturna]][img[img/stencil.jpg][Credits]]Jongno es un relato interactivo de <a href="http://cargocollective.com/lucianosalerno">Luciano Salerno</a>.
Realizado utilizando el lenguaje <a href="http://www.motoslave.net/sugarcube/2/">Sugarcube 2</a> en <a href="https://twinery.org/">Twine</a>.
<b>Asistencia en desarrollo de partidas de go</b>
Manuel Velasco
Pavol Lisy
Software <a href="https://www.remi-coulom.fr/CrazyStone/"> Crazy Stone</a>, por Rémi Coulom.
<b>Agradecimientos</b>
<a href="http://www.tvbaduk.com/">Baduk TV </a>
Cheonggye Haus
Dante Choi
Hajin Lee
<a href="http://baduk.or.kr/">Hankuk Kiwon</a>
Julieta Pestarino
Lee Young Shin
<a href="http://www.samsungfire.com/service/finance/baduk/baduk_index.html">Samsung Fire & Marine Insurance World Masters Baduk</a>
<b>Seúl/Buenos Aires, 2017</b>
[[INICIO|Título]][img[img/doha.jpg][Incheon]]8,5 puntos.
El resto de la tardé traté de no pensar en lo que había pasado. Estaba exhausto, y no quería endulzarme con el resultado.
Le mandé un mensaje a [[Julieta|Julieta en Buenos Aires]] avisándole que había ganado, miré por arriba algunas de las partidas que todavía se estaban jugando, sin poder concentrarme en ninguna de ellas, y volví rápido al [[hotel|Segunda partida]], buscando descansar lo más posible antes de la siguiente partida.<<back [img[img/pavolpro.png]]>>
<img src="img/jongmyo2.jpg">
[img[img/jongmyo.jpg][Caminata nocturna]]
[img[img/book2.jpg][book3]][img[img/book3.jpg][Caminata nocturna]]<img src="img/title.jpg">
<<linkreplace "Manual de uso" t8n>>A lo largo de Jongno, aparecerán vínculos en el texto, marcados en <font color="#01DFA5">verde</font>. Al cliquear en estos vínculos, puede elegirse qué camino tomará la historia, o ver información adicional que no cambia el curso del relato. Las imágenes también pueden ser vínculos. <b>Importante</b>: en algunos de estos vínculos no es posible volver atrás.<</linkreplace>>
<u>[[Leer|Incheon]]</u>
[[Créditos|Credits]]
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